EL CUADRO DE MAMA

la fotoEl cuatro de noviembre del año 11, en su casa de la Plaza de la Paz presentamos el retrato de mamá. Una obra de Maricarmen López Olivares, prestigiosa pintora, discípula de Antonio López, que no solo plasma la realidad sino que sabe darle vida.

Tras sus pinceladas hay algo más que la imagen de lo que trasmite… es el ser, lo interno de quien posa. Su mirada deja ver lo que piensa Su risa supera el dolor más profundo vivido. Su pose nos dice y nos habla de su felicidad. Sus manos entrecruzadas recogen el tenue sufrimiento de los adioses que le han dado, quienes ella quería.

María del Carmen Segarra i Peña, Maruja, queda en la galería y en el álbum de una pintora que sabe leer en la mirada y en los gestos. Su óleo, con cierta base del claro-oscuro barroco, recuerda las pinceladas tan presentes de Caravagio. Reúne una serie de elementos significativos como el fondo del lienzo, que es la Magdalena… la ermita, el Castell vell, sus raíces de castellonera de soca. En otro ángulo el escudo de los Morcillo de su abuela querida y presente en esta imaginaria del final de sus días. Y el más significativo que ofrece una tarta con unos años. La tarta simboliza que todo lo dio a lo largo de su vida, que no se aferró a nada material para darlo a quien ella quiso. Muchos la abandonaron con mentiras de cristal que adornan y disfrazan sus mentes opacas, pero ella reposadamente con una tarta de cumpleaños, infantil, juvenil como siempre es, deja en el lienzo esos ochenta años que supo dar a su familia y a quien formaron su mundo. En un atardecer que atraído por el viento o en un amanecer que espera colmarla de felicidad y de paz.

Alegre, sonriente, retando al destino y ganando cada día un día, brindó con un “Cava catalán”, que le parecía que le quemaba, brindó con todas las personas que acompañaron a su nieta Carolina y a mí.

Solos nos fotografiamos. Solos quedamos en su compañía, junto con todos los que componen su existencia de recuerdos que se hacen presentes.

Se despidió de todos y de todas con ese júbilo que le impide derramar un suspiro de emoción, pues los que la conocemos sabemos que no le quedan lágrimas ni para las alegrías ni para las tristezas. Le queda esa felicidad tardía y esa mirada transparente, pícara, que tan bien supo recoger la artista y disimular a lo largo de su vida la modelo.

Gracias por acompañarnos.

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