Hace días recibí una invitación del famoso foro Castellón XXI. Cuando vi quien era la contertulia no dude en aceptar. Me agendé 11 de junio, 21 h, hotel Jaume I. Llego dicho día y mi cansancio después de una agotadora jornada de discusiones empíricas, de futuros de financiación y bancas éticas, del papel del voluntariado, de balances de cuentas y resultados llamé a mi amiga Carmen Peris y le dije: “No puedo mas, no voy a ir a la cena, aún estoy en Valencia, son las 20 y salí de mi pueblo a las 8 de la mañana.
Pero con esto que aún tenemos una autopista de peaje y haciendo un gasto extra-vergonzoso por supuesto-me metí en ella y sin pasar la velocidad recomendada a las 20:45 era de nuevo en mi pueblo. Me metí en un bar de la llamada ciudad del transporte, me lavé la cara, las manos, me adecenté y dudé un segundo entre irme amargado a casa o ya que me brindaba la vida algo agradable, cogerlo. De mi celular llamar a Carmen y le dije “mira, he pensado que si que voy, te espero en el bar” e hice bien. Nada mas llegar el cansancio se diluyo al poder besar amigos y a amigas, y a conocidos que espero que también sean amigos.
Y desde ahí, alejado de mi mar y adentrado en estas tierras encintas de azahar, conversé y cené con una de las mujeres más activistas y a la par elegantes del movimiento feminista, movimiento que ella misma hoy declara igualitarista. La conocí hace muchos años, en una facultad de Valencia organizando un grupo de mujeres y pensé: “vaya toro”. Eran años en los que yo a lo mejor andaba en otros lares más exquisitos y menos comprometidos. Luego, por otras cosas de la vida, conocí a alguna de sus hermanas en famosas fiestas de aquella Valencia que yo la veía mas movida que aquel Madrid que se quedó con el nombre.
Pasaron los años, regresé de nuevo a este mar Mediterráneo, nadie puede decir que definitivamente pero si que estoy aquí en la actualidad. Recuerdo cuando formó parte del gobierno de Lerma y , como no, cuando fue nombrada Ministra de Cultura. La gente decía “¡qué barbaridad!, ¡qué derroche!, ¡desde cuando la cultura tiene un Ministerio!”. Pues si, hacía falta un Ministerio de Cultura, como hoy hace falta un Ministerio de Igualdad. Recuerdo de ella que fue una buena ministra. Encantadora, con sus mas de 50 años parece mas una cuarentona. Su voz, sus gestos no cambiaron desde los 30 años. Su cercanía se mantiene. Siempre con chaquetas de flores coloridas, alegre como es ella, optimista. Me atrevo a pensar que igual ha descubierto el jarabe del optimismo y todas las mañanas con su desayuno debe de tomar unas cucharadas. Y lo que es mas importante, a lo largo del día quien la rodea acaba tomando también esa buena dosis de optimismo y de alegría.
Sabe analizar las cosas como son. No da vueltas ni hace triangulaciones de victimización o de culpabilidad. Pero también deja la posibilidad de que 2+2 sean 5. Mujer de letras, pero con un saber de lógica matemática que arrasa e interpreta cualquiera de los resultados que pueden verse, o que pueden sufrirse. Pero no quiero hablar de resultados. El jarabe de optimismo que me dio anoche en la cena me impide retomar temas pasados.
La verdad sea dicha y a modo de recomendación, pondría hora de comienzo 20:30 y hora de finalización nunca mas allá de las 00. Esta vez fueron la 01:00. En cierta forma es bonito: empiezas a trabajar un jueves 11 de junio y sin darte cuenta acabas un viernes 12 de junio. Duermes las horas de rigor, te duchas, desayunas y continúas. Pero en este caso no salte la barrera del calendario con trabajo sino todo lo contrario, con un buen yantar y una buena compañía, que por cierto no pudo ser regada con buenos vinos dado que conduje mi utilitario.
Bueno, estoy pensando, hablando y no he dicho aún quien fue la contertulia, creo que cualquiera se lo puede haber imaginado. Hablo de CARMEN ALBORCH. Y el alma de todo esto no hay que olvidarse, nuestra diputada Amparo Marco que, desde el silencio y desde una esquina modesta, veía con orgullo qué invitados e invitadas había sentado en tal afortunada mesa. No voy a hablar de los que estuvieron porque a lo mejor puedo ofender a algunos de los que no estuvieron y deberían haber estado. Solo puedo decir que estuve a gusto.
Acabaré diciendo una frase que le oí a Carmen: “Porque yo he sido educada en unas creencias, creo que cuando acabe mi vida tendré un juicio final. Lo único que me difiere hoy de esas creencias es que el juez lo mas probable sean los ciudadanos”.