Al igual que ser ciego en Granada, no sentir el cariño o el acogimiento con el que te reciben las gentes de Galicia es motivo de sentirse falto de sentido perceptivo, falto de amor y felicidad.
Para muchas personas que leéis pero no entrevéis en mis renglones echaríais en falta mis “pensamientos desde el mar”, bien para mofaros de él o, simplemente, para conocer ese lado que sólo dejo ver en mi pluma o en mi blog pues cargado de cosas y eventos me tuvieron ocupado o simplemente no tenía ganas de escribir.
Puedo decir, y por tanto digo, que no sólo me siento peregrino en la ciudad del apóstol sino descendiente de ilustres Caballeros de Santiago. Cuentan mis historias que uno de mis primeros antepasados por el 1490 fue gran Maestre de Santiago, provenía de la ciudad de Ocaña y pasó parte de su vida en el monasterio de Uclés, donde trasladaría sus descendientes a Socovos para partir a la hoy autónoma ciudad de Ceuta y de ella saldrían, unos dicen que en 1945 y otros en noviembre de 1972. La verdad es que yo aún hoy tengo una parte de caballa que quiero conservar, por tanto, lo que se dice salir… aún no he salido.
Pero hoy quisiera ceñirme a esto que llamamos años santos y para no dispersarme deciros que no sólo por sangre es ser caballero de santiago, sino también por haberse “ganado” el jubileo ininterrumpidamente en su vida.
Recordar quisiera sus años y haciendo memoria o viendo lo que viví puedo hacer trazos. No mencionaré con quién compartí dichas hazañas, pero diré que de mi pueblo a santiago 1020 Km. los hay y habrán personas que habrán llegado andando… yo tengo que decir que alguna vez entre andando pero permítanme que se las cuente mas adelante.
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1965, conozco por primera vez la ciudad de Santiago creo por el álbum que consulto que no había estado con anterioridad en ella. Fue mi primer jubileo, un 25 de julio. Recuerdo estar entre papá y mamá. Aún ella iba con teja, papá con traje negro, yo con mi traje que me hicieron para la comunión de mi hermana (que fue meses antes). Recuerdo el Hostal y la habitación que compartía con “che”, creo recordar que estaba con unos amigos de Vitoria. Muchos militares y banderas nos acompañan.
1971, descubrí que el marisco sólo se podía comer en Galicia. Recuerdo que después de haber aprendido a pelar una gamba con pala y tenedor acabe pelando y chupando percebes, nécoras y centollos. Papá, como algo importante, hizo un cenicero de una bieira y colgó en la terraza del apartamento un cascarón de centollo. Descubrí que también les gustaban las cosas sencillas. Ese año nos acompaño una tía muy querida por mi, sin ir más lejos, la pasada noche en la plaza del obredorio veía como en una película como caminábamos del hostal a la catedral todos los días antes del desayuno para asistir a misa, detrás de nosotros el sonido de botas militares se escuchan.
1976 parecerá que no iba a celebrarse mas años santos, ya no recuerdo tejas ni aquel tumulto que se formaba… se me había olvidado que en los años anteriores, estaba el máximo representante del estado español, no entrare en la polémica si legal o ilegal, pero allí estaban bajo palio con sus medallas y acompañado de una señora que al igual que todas iba tocada de mantilla y adornada de collares… hay que decir que mamá, prefería los azabaches. Hoy me doy cuenta lo que podría significar, una piedra antigua, unida a leyendas y trabajo a pobreza y también a recuerdos de quien en siglos pasados se sentían repletos de amor y vida y recogían de las orillas de los ríos los que hacían el camino y llegaban a Santiago y les tallaran esa piedra en recuerdo de su peregrinar. Creo recordar que la Señora también asistió con azabaches. Se terminaron las décadas de las “perlas” para comenzar la época de otros compromisos sociales.
1982, todo había vuelto a su cauce, fue el ultimo año que fui con papá y mamá. “Che” ya no vino, papá quería despedirse no sé si de una época o “de su apóstol” porque sentía que fallecería recientemente. Fue un verano triste los grandes problemas se amontonaban en España y en casa, al igual que se ampliaba la familia, los conflictos crecían. Papá se equivoco murió en el 2004, tres años santos vivió televisivamente y 22 años duró. Eso sí que fue ganar un jacobeo… por ello identifico que dejó su España en manos del apóstol en vez de las manos que portaban sables. “Todo terminó, sé lo que quieras ser”. Recuerdo que quedé con unos amigos, más bien con una amiga de Madrid a quien durante cinco años un día de noviembre regalaba un ramillete de nardos. Mis padres no salían del Hostal, pero nos acompañaron e invitaron a cenar, al principio de la “rua franco” y nosotros acabamos con más orujo de que el cuerpo permitiera encontrar el Hostal de los reyes Católicos y levantarse al día siguiente.
1993. lo recuerdo borroso me acompañó una amiga, compramos azabaches incrustados en un lagarto. Dormimos en el Hostal. Estaba nostálgico siempre había estado con ellos, y por tanto nunca aboné sus factura, pero la verdad que nunca había probado tanto albariño. Si no me engaño fue una buena añada la descorchada. Fuimos de trabajo, ya no era verano y se celebraba un congreso… fue mi primer año jacobeo laboral, a partir de él todos lo fueron. Supe mirar hacia delante y ver Santiago con el color que da el orujo. Y oler el mar en lo lejos, y escuchar la pandereta y acompañar a la tuna.
1999, llego a Santiago, el móvil no deja de sonar, tengo pocas imágenes otras ocupan el lugar de paz y quietud, recuerdo estar hablando desde el salón de la chimenea del Hostal descubro la crema de orujo, tal como otras personas descubrían a dios yo descubrí la crema de orujo, pruébenla y compartimos opiniones. Fue el año de los descubrimientos y de las transformaciones “fue un año metamorfósico” Esta vez tuve una entrada “real”, más bien acompañé, anduve pasos atrás de un miembro de la casa real.
2004 comparto el viaje, hago escala en Madrid, decir que papá se acababa de morir e hice su funeral en la catedral. Así siguió ganado póstumamente sus jubileos, desde la más absoluta discreción. Fue un año santo bonito, marisquitos, ribeiros, jiji y jaja. El siglo comienza cambiando, la casa en Santiago ya no es el Hostal, entrar nuevos aires se abren nuevas puertas y descubro otros hoteles. Todo es posible.
2010, ayer fui peregrino, gané el jubileo. Como a Dios ya no busco descubrir, me encargué de diseñar una cocina gallega desde la alteración de las texturas. Y la combinación de sabores y de temperaturas. Todo planificado en la cafetería de mi viejo Hostal, una nueva forma de ganar jubileos, “la creatividad”. También descubrí la música gallega, la de raíz y su transformación; hablamos con sus gentes, brindamos con caldo y compartimos mesa y mantel con desconocidos y descubrimos que uno no puede no ser peregrino en la ciudad de Santiago. Mencionar que por motivos de agenda no pudimos tener la cita con el santo padre, pues agendose tal evento una semana posterior a nuestra previsión de estancia.
Entre estos años hubo muchos viajes, sólo mirar mi álbum de fotos, siempre Santiago ocupa algún rincón.
Hoy se que tengo una cita en el 2021 y quisiera seguir celebrado jacobeos con quien descubrí que podía ser peregrino, coger un carbón y convertirlo en azabache descomponer una música y hacer cocina alterando sus texturas.