El pagano se hizo hermano de una santa cofradia

Muchos son los que hablan pero pocos los que actúan, y algunos que actúan, mejor que se quedaran quietos.

En estas semanas, más bien meses que no entro en esto de la comunicación, pasamos del invierno a la primavera, parece que fuera ayer cuando comenzamos este invierno en esa Valencia que se vistió de capas y pasamos a la primavera recién estrenada.

No quiero entrar en detalles de estos tres meses o más bien del final del verano, del otoño, porque sería como una película de terror.

Pero la primavera merece ser nombrada y este año acompañada de eso que llaman “Semana Santa”. Vaya “Semana Santa”. Recordar quiero tradiciones, también obligaciones y deberes que se tienen, aquellos o aquellas que por su sangre fluye la creencia, la hidalguía, la caballerosidad… o simplemente el cumplimiento de una tradición. Más sencillo, el saber quedar bien, que difícil es, saber quedar bien.

Comenzaría por recordar aquello que denominaron como la “fuchida de Sant Pere”. La tradición dice que los villanos, mas bien plebeyos, otros dicen que eran los estudiantes y otros los pobladores del distrito marítimo, dejaban la peana de la cual eran miembros y se iban corriendo por un callejón de la calle mayor, cuantas “fuchidas” en jueves santo hay en la vida y no todas por la calle mayor.

Pasamos la hoja del calendario la cual guardaré y juntaré a la de otros “Jueves Santos” que marcaron mi vida y que no voy a contar.

Y llegó la solemnidad para los católicos del Viernes Santo. La tradición nos habla de una cofradía y tres brazos: el de la nobleza, el de la labranza y el industrial. También existían otras como la venerable orden tercera de San Francisco, de antigüedad similar que la anterior, pero de más humildad. Hoy hay otras muchas. Tantas que la propia procesión general, dura horas. Yo me conformo con acompañar la mía a la catedral y que de ella parta por sus calles y me quede tiempo para poder cenar y compartir mesa o espacio con quien quieres. Porque pueden compartirse las devociones con las diversiones.

En este tránsito del invierno, la primavera recién iniciada me facilitó conocer un poco más, esta “venerable orden tercera de san Francisco” más bien tuve en mis manos sus abalorios, escapularios, cordones y otros menesteres, pero cosas, bien de la ciencia, yo creo que de la energía, que emana con cual guiño algún gesto, saben de su porqué y entre esa energía y yo, guardaremos tal secreto.

Una persona me dijo que no hablara de más antepasados, perdón, pero los tengo y de ellos y de ellas tengo historias para contar y otras para no contar, por tanto en otras ocasiones o cuando crea conveniente hablaré de ellos o de ellas.

Antes de escribir esto podría estar en la duda de contar alguna cosa pero, siento no poder hacerlo, porque hay cosas que se dicen antes, otras en el momento, otras cuando pasan unos días, otras cuando pasan algunos meses y otras la historia, la leyenda o el rumor se encargarán de ellas. Pero siempre la verdad es interpretable según de qué lado se cuente o se escuche.

Pero sigamos de ese “viernes” vino un “domingo de resurrección” y “el pagano se hizo hermano de una santa cofradía” y como costalero me vieron por las calles de mi pueblo, llevando ese Cristo resucitado, quizás lo mas bonito no es llevarlo es ver a la gente que sí que cree, darle besos y desprender lágrimas. Hay que decir que pesar pesa.

Creí hace unos meses, incluso días, llegar a tal día “solo”, pero no fue así, también tuve “mi resurrección” o más bien “mi pascua”. La verdad es que me sorprendió una compañía, que tuve a lo largo de toda la procesión, nunca la había tenido mejor, ni me sentí mejor, primero por estar acompañado y segundo porque cuando regresaba a casa sabía que me esperaba quien la vida iba abandonar pocos días antes. Por lo demás, sigue habiendo gente y ante todo lo importante es conocerla. Lo más doloroso es ver cómo hay gente que ya no volverá, bien por dejar de conocerla, bien porque abandonan esto que llamamos vida.

Dejé mi brazo y marché por tierras del Maestrazgo para despedirme poco a poco de ellas y buscar, pero no encontré, otras tierras. Creo que las encontraré, más bien creo que las encontraremos y lo más bonito es poder encontrar y hablar en plural
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