Si en algo se puede unir el pasado con el presente es en el vestir y en el yantar, en el querer y en el sentir que las cosas evolucionan y se transforman o más bien se adecuan al siglo o forma de vida que se quiere llevar.
El pasado 20-21y 23 de noviembre tuvo lugar una quedada singular, podríamos llamarla encuentro, pero al fin y al cabo es una reunión de hombres y mujeres a los que les une el gusto hacia la pañoleta española, más bien conocida como la capa, que su uso y tradición puede remontarse a santos, poetas, pintores, reyes, reinas… al fin de cuentas personas de nuestra sociedad.
Y así en estos días en la ciudad que llaman de las flores, de la luz, del sonido, del aroma y algunos dicen que del amor, nos encontramos más de 700 personas deambulando por sus calles. Quiso el destino que acudiese como miembro de Amigos de la Capa Española de Madrid, de la cual formo parte desde principios de los años 80, y una vez más sin quererlo fui extranjero en mi pueblo… como tantas veces he sido extranjero en mi mismo. Confesaros quisiera que me sentí valenciano y en cierta forma orgulloso del acto que la entidad anfitriona organizó. De suponer es que no siempre todo se comparte y acepta ¡faltaría que todos fuéramos iguales!
Recordé aquellos primeros años cercanos a la Capa en mi Madrid, al fotógrafo Alfonso cuyos amigos me introdujeron tras venir a mi pueblo y ver una capa española en mi casa. Mi bisabuelo Pepe, hijo de valenciano e italiana, usaba dicha prenda. De ella hoy sólo quedan los “esbozos” convertidos en camino de mesa, pero siempre su recuerdo acompaña. Una amiga granadina me advirtió de tal barbaridad, pues capa con solera son más atractivas, claro que sí. Pero lo importante, le contesté, es que no son las prendas quien da la solera sino quien las lleva o simplemente las defiende y conserva. Lo cierto es que la pobre capa de mi bisabuelo Pepe acompañada esta de porcelanas y plata.
Sorprendido me quedé de los tratamientos que usaban sus miembros y miembras, aunque me costó entender el por qué no se habían admitido a mujeres, como damas o simples capistas, pero todo debe andarse y adecuarse a los tiempos en que se vive. Y desde Excmo., amigos, compañeras, algún o alguna camarada también oyese.
Conversando con mi mar, no quise dejar de recordar mis primeras andanzas con la capa, esperarme a dialogar con mi mar, para asegurarme que también un amigo de mi pueblo, amigo de la capa fue y que aún la guarda, al igual que una vieja amiga, admiradora de dicha prenda es, y comentose la posibilidad de reiniciar o iniciar un circulo de buen uso de tan apreciada prenda y asistir al próximo año a la “quedada” de Palencia.
De su historia podríamos remontarnos a los romanos, al cister, pero creo recordar que Salamanca es su cuna y su propulsor el Duque de Béjar, aún algún descendiente de dicha casa presume de ello, siempre claro está diferenciando la evolución que ella tuvo de media cintura para los nobles o personas de linaje y hasta los pies para las personas más sencillas, hoy evidentemente, el protocolo nos indica que cuatro dedos por debajo de la rodilla.
Al igual sucedió con los esbozos que se incorporaron a ella y recortase la esclavina y diese más vuelo y tan sólo de paño negro, marrón o verde en el XIX se vieron rematados por dos broches salamantinos.
Y así, hoy desde el Rey Juan Carlos, a dona Letizia, Plácido Domingo, y un sin fin de personas lucen la capa. Recordar a genial Picasso que no sólo la utilizó por el mundo sino que quiso ser enterrada con ella.