29 de diciembre de 2014
Y volví a sus parques. Paseé por sus alamedas, rocé las hojas de los plataneros recién caídas de un otoño caluroso y tardío que hacen de un invierno otoñal, húmedo pero bello.
Aranjuez es todo arte: sentidos, el sonido de sus ríos, ciudad de aguas, de sus fuentes que inspiraron el genial concierto que lleva su nombre en la figura del maestro Rodrigo, el olor de sus hojas envolvente al olfato, de sus vinos como secreto mayor guardado, la mirada perdida en sus paseos, la belleza en cualquier estación queda sobradamente reflejada en los artistas que firmaron y pintaron sus obras en estas tierras, Goya, Rusiñol… Y el tacto de sus piedras es una sensación irrepetible, todo acompaña al sabor de su cocina, no sólo las fresas y los espárragos, sino las aves y un sinfín de platos pueden acompañar su estancia, los productos de sus tierras de sus animales acompañan de bocados exquisitos el placer del buen comer.
Su río Tajo, su tren de la fresa y el reciente restaurado Teatro Real evocan que en Aranjuez fuera posible uno de los mayores motines que tuviera nuestra reciente historia.
Y comer en una pequeña taberna sencilla, “El Almirez”, una ensalada de perdiz con tacos marinados de atún y una excelente carrillada, apoyados en su barra, hacen y compensan la escalofriante sensación real que sientes en Aranjuez.
Pasear por Aranjuez es escuchar su famoso concierto, recordar la historia de España, saborear sus platos, oler sus jardines ver sus atardeceres. Compartir sus fiestas, sus deportes hacen de esta tierra real un lugar que comprendes como los viejos caballeros de la antigua y noble Ocaña supieron trasladarse al igual que el paso del medievo tardío al Renacimiento.
Todo se encuentra en Aranjuez, el amor, la ilusión y la felicidad si andas por sus caminos o miras entre la niebla la figura de quien amas.