Te sigo recordando

Porque nacimos en el Mediterráneo

Cuántos sueños sin finalizar, cuántas historias y cuántas ausencias ¿recuerdas aquellos veranos?  Yo casi no recuerdo cuando coincidíamos en  Ceuta o correteando por Alcocebre en sus rocosas playas, con el olor de una paella del tío Paco o aquellos días en Vitoria donde nos trajimos al abuelo Papapaco con los cartujos rezando y aquel regreso a Madrid donde, en Arganda, un camión se nos llevó el coche .

Nunca pasó más de un año sin estar juntos, con tus hermanas o contigo. Como con los otros primos de Francia o de Castellón. Yo era el primo pequeño, con el que jugabais y creíais que no se enteraba de nada porque no hablaba. ¿Recuerdas? Tardé muchos años en hablar. Mi primera palabra fue en casa de nuestra tía Vita en Francia. Dije “bola”, el nombre del gato del que me hice amigo, mi primer amigo, pero escuchaba vuestras perrerías, vuestros sueños de jóvenes.

Pasaron los años… crecíamos y compartíamos. Los encuentros ya eran en  Benicàssim. Tu eras rompedor, el más moderno. Querías ser actor, ¿recuerdas? Camisas rosas, pantalones de campana… chocabas con esa rectitud gris y negra de aquella España, donde los vencedores tenían todo.

Tú eras único. Te casaste y te alejaste más… mucho más.  Formaste una familia con  Mari  y con tus hijos.

Y la vida nos distanció, nos alejó con silencios prolongados donde las amarguras y la crueldad hicieron mella en nuestras vidas en “la tuya y en la mía”. Compartimos mesa y sonrisa en bodas, comuniones y bautizos. Vino pausadamente la muerte de tus padres, tíos, hermanos, primos y sobrino. Incluso tu mujer marchó unos meses antes que tú. Ausencias y con ellas más y más largos y prolongados silencios.

Un día nos reencontramos. No hicieron falta excusas ni reproches. Nuestros silencios o ese  abrazo dejaron claras las cosas. Nos recibisteis en el Hospital del Mar donde guardo tu imagen, sellada de dolor y de fin.

Que sepas que nosotros nos iremos mas tenemos que dejar la puerta a otra generación para que se quieran, abracen y compartan. Me reencontré con tus hermanas, tus sobrinas y sobrino. Conocí algún amigo tuyo  y descubrí que tu huella se perpetuará, ya que tienes unos hijos magníficos, especialmente una hija propia de nuestro linaje. Àlex  

Di el último beso al traje que te envolvía y seguiré esperando, donde querías pasar unos días. Dejé una flor, ese recuerdo que querías dejar en la tumba de tus padres de nuestros abuelos y de nuestros antepasados.

Te contare un secreto: sé que “mamá Victoria”, la abuela, te acompañó y te está guiando, en esto que nadie tiene la verdad absoluta.

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