Te sigo recordando. Louise Bourgeois 1911-2

Por Francisco Lopez y Segarra.

Cien años de vida, de soledades rotas desde ese París que la vio nacer a ese Nueva York que la abrigo en su despedida. Socializada en un ambiente creativo, clásico. Supo evolucionar y crecer más lejos de lo que esperábamos. Mujer, poco amiga de las exposiciones, de la banalidad de los triunfos pasajeros.

Comienza sus exposiciones cercana a sus 70 años, y en un museo donde por primera vez se expone la obra de una mujer en el MoMa de Nueva York.

Una vida cargada de libertad personal y creativa, coherente y luchadora con sus ideas. Dejó una huella significativa en el arte del siglo XX y XXI. Muchas personas no entienden su arte porque le rodea una distancia, de lo cercano a lo lejano. Nosotros pensamos en el arte desde “nuestros espacios”, Louise ve el arte en lo público, en otros espacios, en la interacción de la ciudadanía en el espacio urbano que puede facilitar la soledad o el encuentro.

Trabajó la escultura, la pintura, las composiciones. Autores como Jean Fremon, Robert Storr y muchos otros reflejan en sus libros su vida, su pensar, su sentir.
Creo que esperaste a ser tú misma, la artista-mujer, para enseñar al mundo tu obra. Y en tus últimos 30 años, vivir de una creación que hoy vemos. Tus 70 años los proyectabas, los enseñabas, dejabas conocerte íntimamente. Enseñar esa inteligencia misteriosa que cultivaste con tus luchas internas, con tus atormentados pensamientos.
Creo que tus últimos años fueron los más ricos. Creciste como mujer, como artista que desde tu subconsciente reflejas el arte más difícil de entender, porque se tiene que sentir. Pasar hoy por una exposición tuya es acompañarte en tu crecimiento sin adentrarse en ti, sin estar componiendo contigo es difícil entenderte. Pero yo sé que no te importaba que te entendieran, tú eras una artista para compartir la creación. Es, en ese punto, donde admiro tu arte. Ese arte que es lucha creativa entre tus pensamientos, tus manos, tus imágenes o composiciones donde reflejas la superación entre el “yo” y el “ello”.
Luchas con tu “yo”.
“Vivo en una tormenta, y trato de aferrarme no a las palabras, sino a la balsas. Construyo todas mis balsas, muy sola”
Tú y yo sabemos que la “balsa” es el camino la eternidad, al igual que los faraones, reflejan en sus barcas de la muerte sus dudas tormentosas, tus experiencias íntimas que te acompañarán en la vida, y nos las dejas para que las descubramos. Esas sillas vacías con luces en espacios cerrados. Me estás diciendo que había que ocuparlas o quien las ocupó no ocuparon el espacio que tú les quisiste dar, unas rejas que hay que superar.
Veo historias de amor rotas que me permiten reinventar tu realidad y esto era lo que tú querías “convertir sensaciones en esculturas”, al igual que muchos convierten sus sensaciones en música.
Con esta conversación, 22 años después de tu muerte, me enseñas a reflexionar la visión real, en la ilusión que tú le distes al crearlo y así, una vez más, “la casa encendida “de Madrid me enciende mi torpe intelecto al salir de ella y seguir recordándote.

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