Volver. Verbo que quizá sea más utilizado en mi persona que en otras. Siempre me gusta volver. Percibo los cambios, la evolución, en sí el crecimiento. Siento, cuando regreso, no percibir estos cambios o crecimientos.
Y eso es lo que sentí en Madrid el pasado 2 de julio de este año once en el que tuve una de mis mayores alegrías, al ver y sentir el nacimiento del 15M.
Ver lo que queda en Sol, al igual que en este lunes 4 de julio, cuando observo a primeras horas de la mañana desalojar la plaza Mª Agustina de mi Castellón, siento una oportunidad perdida.
Por primera vez, parecía que la ciudadanía levantaba su voz. Por primera vez, daba la sensación de que se abría un nuevo espacio. Hoy, los que quedan ni pueden levantar la voz ni abrir un nuevo espacio.
Lo único que han abierto es un interrogante. ¿Para qué el 15M? ¿Para debilitar la política o fortalecerla? ¿Para debilitar los partidos mayoritarios? ¿Con el ánimo de crear el embrión de otros partidos? Personalmente, creo que si alguna repercusión tiene es la de crear.
Se ha abierto un nuevo espacio: el de la participación. La participación reivindicativa y pacífica. Y, sobre todo, replantearnos nuestro sistema electoral de representación. Creo con ello, que ha sido suficiente.
Muchas personas verán el lado menos positivo. La imagen que de ellos nos queda: esas acampadas, sus formas de vestir, de estar. Pero hay algo que nos recordaron que existe, la discusión asamblearia, el debate, una nueva forma de hacer ciudadanía sin chaqueta y corbata.
Y marché con la esperanza de que algo hicimos en común. Nos queda mucho por delante. Utilizar a quienes nos representan para que llegue la voz de la ciudadanía o buscar nuevas formas de representación y participación, para que se escuche la voz, sobre todo, de quienes no tienen nada.
Hoy quisiera transmitir a quienes estuvieron o sintieron el 15M, a aquellas personas que desde el primer momento fueron señaladas y denominadas con cualquier apelativo: hay mucho por hacer, por emprender. No podemos dejar pasar un solo día si no emprendemos, en nuestras vidas, en el futuro trabajo. Es hora de dejar el “bambar”, de no tener rumbo. De perder el tiempo. Cada minuto puede ser la garantía de un año de subsistencia.
La responsabilidad individual está por encima de buscar culpables a nuestro destino. Pues, no olvidemos, que quien no es sujeto activo de su historia pasa sin dejar huella. Ser sujeto activo es compromiso, futuro, ser coherente y requiere un esfuerzo que no todas las personas están dispuestas a exigirse.
No podemos quedarnos con las lágrimas que ocultan, difuminan o mantienen aquel espíritu del 15M.