yo pude estar

acampada solNo fue el 15 de mayo de 1968. Ocurrió el 17 de mayo de 2011. 43 años después. Seguro que mayo del 68, en la Puerta del Sol de Madrid, no tuvo tanto impacto como el actual. Una plaza repleta de jóvenes, menos jóvenes, mayores y bien adentrados en edad. Todos se dieron cita allí. Algunos como observadores, otros como que pasaban por allí, otros estuvieron por convicción. Las opiniones eran diversas. “Ya era hora”, decían algunos. “Son unos antisistema”, decían otros, utilizando una palabra que empieza a emplearse con frecuencia y que no comparto.

Yo pude estar en su asamblea, a las 15 horas. También asistí a la concentración del día anterior. La visión que me causó superó a la sensación o esperanza que podía sentir. Por fin, los jóvenes se hacían oir “con mayúsculas”, a pocos días de las elecciones.
Para muchas personas establecidas en partidos políticos esto supondrá una traición. Se sentirán dolidas, preocupadas incluso. Yo, como ciudadano, y más concretamente un ciudadano del Tercer Sector, veo que la ciudadanía empieza a alzar su voz.

No sé quién la recogerá. No se trata de que sea recogida por un partido o por otro. Se trata de que es necesaria una nueva forma de hacer política.

Yo pude escuchar e incluso participar en una asamblea donde el respeto se intentaba mantener por encima de toda diversidad de opiniones. Donde la libertad, para que las personas eligieran la opción de voto el 22-M, respiraba el más puro aire de libertad.

Pude oir los posicionamientos y razones que les llevaron a tomar la Puerta del Sol. Y comprendí que el progresismo, como lo estábamos entendiendo hasta hoy, es peor que el conservadurismo. Porque se ha hecho rancio, ineficaz. Me alegré de ver alguna cara conocida. Me alegré de ver cómo también se puede hacer política con rastas, vaqueros, sandalias, zapatos, camisas, polos o chaquetas.

En el tren de vuelta, la red daba la noticia de que la Junta Electoral suspendía la concentración programada para esa misma tarde. Sentí la impotencia que pudieron tener quienes vivieron en gobiernos anteriores. Pero mi mayor alegría fue, al conectar la televisión, comprobar que se había realizado. Fueron muchos miles, más que el día anterior.

No voy a decir sólo que son jóvenes. Eso es aminorar el problema. Son ciudadanos y ciudadanas que se niegan a ser una generación perdida o acabar sus días como población vulnerable.

No comparto que sea un movimiento de rebeldía porque, al fin y al cabo, hoy, decir las cosas no es rebeldía sino participación. Tampoco que haya surgido en las últimas semanas, es más bien una respuesta que se ha fraguado en Europa durante los últimos meses, incluso años, me atrevería a decir.

Estoy seguro de que no son apolíticos, todo lo contrario, están generando un nuevo espacio político. Una nueva necesidad política. Quieren que se les oiga.

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